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Obama Vs tea Party - Marketing Político en la Red

Por Jordi Pérez Colomé

Mientras el mundo hablaba de Wikileaks, Estados Unidos vivía el debate más interesante desde las elecciones de noviembre: debían decidir qué hacer con los recortes de impuestos del presidente Bush.

En 2001, Bush heredó un país con superávit. El mejor modo de aprovecharlo, creyó, era repartir esa riqueza extra que tenía el gobierno entre todos los americanos: recortó los impuestos durante diez años, hasta este 31 de diciembre.

Si no se hacía nada, el 1 de enero de 2011 los impuestos subirían al nivel en el que estaban antes del recorte. Desde su elección, Obama ha intentado que el Congreso pasara la ampliación del recorte para todos los americanos menos para las familias que ganaran más de 250 mil dólares al año. Son un 2 por ciento. Los republicanos se negaban.

Llegaron las elecciones y ganaron los republicanos. A finales de noviembre, Obama reunió a los líderes de los dos partidos en la Casa Blanca. Tenían que llegar a un acuerdo antes de final de año o los impuestos subirían para todos. Eso no podía ocurrir.

La semana pasada lo consiguieron. Ayer lunes el senado lo votó por primera vez y pasó con una mayoría muy amplia: 83 a 15 (necesitaba al menos 60 votos a favor). Los “noes” han estado repartidos: diez demócratas y cinco republicanos. Hoy se votará la aprobación y todo apunta a que el senado la pasará.

El acuerdo se ha conseguido gracias a concesiones. Los dos partidos han ganado y perdido algo. Los republicanos consiguieron dos cosas: que se alargaran dos años los recortes para los más ricos y que el impuesto de sucesiones fuera más bajo. Hasta 2009, este impuesto era del 55 por ciento para herencias mayores de 3,5 millones de dólares (o 7 en el caso de parejas). Ahora, si se aprueba, será del 35 por ciento para capitales mayores de 5 millones (o 10 para parejas).

Los demócratas también han conseguido lo suyo: alargar los subsidios de desempleo 13 meses, recortar el impuesto a la seguridad social -las jubilaciones- de todos los trabajadores y a los negocios, y conceder ventajas fiscales para el pago de la universidad o a las empresas que inviertan en nueva maquinaria.

Después de que el senado apruebe esta ley, irá al Congreso. En el Congreso aún mandan los demócratas -el nuevo curso empezará en enero. Los demócratas están rabiosos por las concesiones que Obama ha hechos a los ricos, sobre todo en el impuesto de sucesiones. A pesar de eso, es probable que se apruebe también en el congreso gracias al apoyo republicano y de los demócratas moderados, pero muchos demócratas más a la izquierda votarán que no. Para ellos, Obama ha claudicado.

Obama no lo ve igual. La semana pasada hizo una rueda de prensa sobre el acuerdo. Fue el día de la detención de Julian Assange, pero las siete u ocho preguntas que le hicieron fueron todas sobre este asunto. La mejor respuesta fue la última (a partir del minuto 25). Obama se enfadó y criticó a los miembros más radicales de su partido.

Está muy bien ser “moralista” (sanctimonous), dijo Obama, y estar satisfecho en “posiciones puristas”, pero así no se conseguirá nada. “Somos un país diverso”, dijo, porque “los americanos no son como la página editorial del New York Times o del Wall Street Journal”.

Es verdad que Obama ha tenido que hacer concesiones. Tras las elecciones no tiene más remedio. Antes solo tenía que buscar “posiciones comunes” y con esa excusa tratar de pasar grandes reformas. Ahora sí que tiene que ser bipartidista de verdad. Tiene que aceptar medidas como la no subida de impuestos a los ricos a las que se ha opuesto muchas veces -y aún se opone- y llevarlas a la ley.

De todos modos, en este primer gran acuerdo, no les ha ido mal a los demócratas. Los recortes le costarán al país 858 mil millones de dólares. De esos, más o menos, unos 120 son para el recorte fiscal para los ricos y los muertos que querían los republicanos, 360 para el recorte fiscal para la mayoría de americanos que apoyaban ambos partidos y más de 400 para las propuestas de Obama.

En una economía en crisis, este acuerdo es un pequeño nuevo plan de estímulo. El objetivo del plan de estímulo de 2009 -que fue tan criticado- era poner dinero público en manos de los ciudadanos para que gastaran. La clave de la recuperación es que el consumo crezca. Este nuevo tiene toda la pinta de un nuevo plan de estímulo. Ni en sus mejores sueños Obama podría haber imaginado algo así. Aquí y aquí dos comentaristas conservadores lo admiten. Aquí, en cambio, un comentarista liberal cree que es un plan de estímulo demasiado pequeño. Aquí toman una vía del medio: es lo mejor que podía conseguir Obama a estas alturas.

Obama lo sabe. Desde la semana pasada no ha parado de intentar colar el plan y venderlo a los ciudadanos en estados clave para 2012. En 2010 perdió a las clases medias independientes. Con medidas así, puede volverlos a recuperar. Todo apunta a que la economía repuntará un poco y el paro baje algo. No mucho. Así que Obama no tendría garantizada la reelección.

Pero hay algo más. El ala más conservadora del partido republicano también está enfadada. El Tea Party hizo correr una carta para frenar el acuerdo. Es cierto que en el senado y en el congreso aún no votan los miembros recién elegidos. Pero aunque votaran, la aplastante mayoría haría que el resultado no cambiara. Al Tea Party, ante su primer gran reto, nadie le ha hecho caso.

El acuerdo se salta varios de los puntos básicos del Tea Party: no aumentar el déficit, no cerrar acuerdos en cuartos cerrados, no aumentar los impuestos (en 2010, por una triquiñuela legislativa, no hubo impuesto de sucesiones; así que técnicamente hay una tasa nueva). Sarah Palin también está en contra, por supuesto, como el padre de este movimiento, Jim DeMint, uno de los cinco senadores republicanos que ha votado que no. Aquí les dicen que no había más remedio.

Esto significa dos cosas. Primero, el Tea Party lo va a tener difícil para marcar la agenda ahora que las elecciones aún quedan lejos y que sin embargo su impulso puede partir en dos al partido republicano. En Washington, los líderes seguirán haciendo lo que crean conveniente. Segundo, el problema lo tienen los candidatos a la presidencia, que deben asegurarse el fervor del Tea Party. Así ha hecho Mitt Romney, el favorito entre los centristas, que escribe hoy un artículo en el que rechaza el acuerdo. No puede arriesgarse a que en 2012, en plena campaña, le digan que no apoyó algo que igual entonces es muy importante.

En el editorial de El País de ayer extrañamente se decía que entre los demócratas cunde la impresión de que “Obama ha comenzado a dar bandazos”. Desde España nos cuesta ver que a un presidente americano le puede salir más a cuenta separarse de su ala más radical -que además no pueden votar a nadie más- para conseguir avanzar y de rebote confundir al rival.

Obama ha hecho una buena maniobra y de paso ha marcado un buen gol al Tea Party. Los republicanos tendrán que remontar. Además, por lo que dicen aquí, esta semana también podría haber acuerdo para renovar el Tratado Start de reducción de armas nucleares con los rusos. Los republicanos querían esperar. Parece que no van a poder. Ha empezado el toreo y no precisamente a bandazos.

Fuente: Obamaworld.es