¿Por qué ser presidente?

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Una pregunta difícil de contestarse aún cuando se tengan las ganas y la posibilidad de ser presidente. Políticos de todo el mundo se lanzan al ruedo electoral movidos por diferentes motivaciones, por vocación o ambición.

A lo largo del tiempo, diversas campañas políticas jamás tomaron en cuenta la importancia de comunicar al electorado las razones y los porqués del deseo de sus candidatos de ocupar el cargo administrativo, quizás, el más importante que puede tener una nación, una vacante que determina los destinos de una población entera con repercusiones internacionales.

Ted Kennedy y Jimmy Carter en el Despacho Oval en diciembre de 1977. (Wikipedia)

Ted Kennedy y Jimmy Carter en el Despacho Oval en diciembre de 1977. (Wikipedia)

Y no es para tomárselo a la ligera. Antes de los años ochenta muchos políticos regionales, congresistas, empleados públicos o militantes apasionados por un partido o movimiento político, en muchos lugares del mundo, mostraban un ferviente deseo de entrar, crecer y evolucionar en la política, ya fuera por tradición familiar, por compromisos sociales, partidistas, por un deseo de triunfo personal, o simplemente por lograr notoriedad y riqueza, todo sin importar qué pensaba el electorado sobre ello. Para eso “servían” las campañas políticas y sus asesores, para persuadir, convencer, movilizar y hacer todo lo necesario para alcanzar el voto. Tanto es así que el candidato sólo tenía que seguir un libreto o una fórmula para lograrlo.

Fue entonces cuando una entrevista televisiva cambiaría la perspectiva de los candidatos “babykisser” (besabebés), que dejaría entrever la exigencia por parte de la audiencia sobre la necesidad de mostrar algo más que sólo una imagen plástica.

En 1979, Edward “Ted” Kennedy era el candidato favorito por el Partido Demócrata norteamericano en sus elecciones internas para escoger al candidato presidencial, cuyo título le pertenecía a Jimmy Carter por ser el presidente del momento con derecho a reelección; uno de ellos se enfrentaría a Ronald Reagan en las elecciones del año siguiente.

En ese entonces, Roger Mudd, un periodista muy popular de la época, hizo una transmisión especial en vivo por la cadena televisiva CBS con la idea de dar a conocer la brillante carrera política y otros aspectos del senador Ted Kennedy, quien se sentía muy confiado para la candidatura y su posible triunfo presidencial, pero cuando aquél le preguntó por qué quería ser presidente éste tartamudeó y no supo qué responder, dejando ver a sus simpatizantes y a la audiencia en general que ni siquiera había preparado una posible respuesta para tal pregunta, hecho que lo mostró débil e indeciso y que decepcionó profundamente a todos quienes alguna vez se ilusionaron con su candidatura.

Este tipo de incidentes mediáticos alertaron a posteriores candidatos y sus asesores de campaña, no sólo en Estados Unidos, sino en otros países, e influyó de forma directa en la preparación minuciosa y estructurada de estrategias de campaña que incluyeran la proyección de una imagen sólida en cuanto a la intención de candidatura, programas de gobierno, temas de campaña y protección al candidato de posibles ataques con preguntas capciosas.

Ya en campañas electorales más modernas se nota el avance publicitario obtenido de aquellas experiencias al adelantarse y presentar las candidaturas con propuestas televisivas que consolidan la imagen integral del candidato. Eso se pudo observar en la más reciente campaña del candidato para las elecciones de Costa Rica 2014 del partido Frente Amplio, José María Villalta, quien brindó una imagen muy fresca y juvenil pero, a la vez, muy contundente en sus propuestas electorales a través de sus spots televisivos segmentados.

Fuente: Blog Sesión de Control